domingo, 27 de abril de 2008

POR QUÉ DEJÉ DE VER CAPADOCIA

¿Por qué dejé de ver Capadocia? (HBO, 2007) En resumen, porque me cansé de ver una serie que parecía tan prometedora pero que a fin de cuentas muestra a las mujeres como una especie de animales domésticos de los hombres. Todas o casi todas las mujeres de la serie corresponden a ese patrón: seres irracionales, emocionales, cuyas vidas giran enteramente en torno a los caprichos, la violencia, la ocasional bondad, el deseo y las necesidades de esos seres egoístas, arteros pero finalmente mucho más inteligentes, independientes y --por lo tanto-- superiores que son Los Hombres. Las reclusas, las funcionarias de la cárcel e incluso la tozuda y aparentemente independiente Doctora Teresa (que no es médico sino abogada, y que es algo así como la alcaide de Capadocia) se sacrifican, se matan entre sí o son encarceladas por culpa de ellos. En el lado opuesto, los matan, los persiguen o trabajan como animales de carga, pero también siempre bajo y por su influencia.

Si uno le cree a esta serie, la humanidad está dividida en dos especies: una (la femenina) que gira, actúa y toma todas sus decisiones en torno a la otra (la masculina). La primera es esencialmente débil e influenciable; la segunda, sagaz y manipuladora. Ojo, mujeres del mundo: si alguna de ustedes creía que tenía alguna idea o iniciativa propia, que actuaba por su propia cuenta o que era responsable por sus actos, se equivocan miserablemente; vean Capadocia y descubrirán la triste verdad. La imagen de las mujeres que muestra Capadocia confirma todas las teorías de la inferioridad mental, física y emocional que los peores misóginos han defendido por siglos. Es decir, las mujeres en su conjunto -sean pobres o ricas, blancas o negras, jóvenes o viejas- son por esencia seres inestables e hipersensibles que se hunden en el crimen, la locura, el suicidio, la depresión o la prostitución si se las deja solas en el mundo. Por naturaleza están totalmente inermes frente a las tretas y astucias masculinas, son incapaces de contrarrestarlas y de defenderse. De creerle a Capadocia, todas nosotras deberíamos correr lo antes posible en la búsqueda de un padre, un marido, un abuelo o un hermano mayor (un sabio patriarca, se entiende) que nos defienda de los peligros del mundo y de nuestra propia vulnerabilidad, porque si no, terminaremos muy posiblemente en algún lugar como Capadocia.

¿Exagero? ¿Le atribuyo a las guionistas y a los directores intenciones que no tienen, inventadas por mi propia inestable cabeza femenina? No creo. Es cosa de revisar las historias de la serie y las razones que se sugieren o se dicen para explicar la 'desgracia' de estas mujeres. En primer lugar, eso: ninguna de las mujeres recluidas en Capadocia es 'mala', o ha tenido realmente la culpa de sus crímenes. La Colombiana fue vendida por sus padres a un narco, y terminó siendo una suerte de prostituta cínica por eso. El personaje de Lorena, interpretado por Ana de la Reguera, mató a su mejor amiga, pero en realidad no es ella la responsable: el miserable de su marido se acostaba con la amiga, ella los sorprendió y accidentalmente la amiga se cayó por las escaleras mientras peleaban y le dieron cuarenta años de cárcel porque el papá de la difunta era juez, y claro, la odia. La mujer más vieja de la cárcel mató a sus hijos, pero el culpable fue su canalla marido, que la enloqueció hasta el punto de hacerla cometer el crimen. Podría seguir, pero supongo que con esos ejemplos es suficiente para ilustrar que sí, esas cosas pueden pasar y de hecho ocurren, pero es significativo que sean esas historias y esas explicaciones las mostradas en la serie. Las mujeres son siempre víctimas de los hombres. Los hombres son el sujeto activo de la vida humana y las mujeres solo responden a ellos.

Una extraña serie, entonces. Aparentemente es una defensa de las mujeres y una denuncia de una sociedad machista como la mexicana, pero en el fondo confirma plenamente el machismo. No se pueden dejar los asuntos públicos ni los privados en manos de personas del sexo femenino: enfrentadas a las del sexo masculino, lo único que parecen capaces de lograr es ser sus víctimas o sus herramientas o sus mascotas. La conclusión lógica a la que debería llegar esta serie es que todos los problemas de las mujeres se solucionarían de un plumazo si los hombres se hicieran cargo de todo: de cuidarnos, protegernos, defendernos y hablar por nosotras. Porque según Capadocia, está claro que las mujeres no tenemos esa habilidad: ángeles caídos, débiles mentales, vaginas con piernas, es posible que un hombre mate a su mujer delante de mis propios ojos, luego me ponga la pistola en la mano y se vaya tranquilamente, porque ni a mí ni a ninguna de mis congéneres se le ocurrirá contar qué pasó, pedir que lo busquen, que vean si tiene pólvora en las manos o decir que yo no tenía ningún motivo para matar a la señora de marras. Lloraré, clamaré por mi bebé y me quedaré poniendo cara de Mater Dolorosa mientras me inculpan y me dan cadena perpetua. ¿Por qué? Porque soy mujer, obviamente. ¿qué más se puede esperar de mí?

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