martes, 18 de septiembre de 2007

ESPECTADORES ODIOSOS

Leí hace poco que el maestro del suspenso Alfred Hitchcock no soportaba lo que el llamaba los espectadores 'plausibles': es decir, aquellos que viendo los tremedos líos en que se mete la gente común y corriente en las películas, no puede evitar preguntas como: ¿y por qué no llamaron a la policía, nomás?

He descubierto (bueno: hace tiempo) que soy uno de esos espectadores. No puedo entender por qué los guionistas (y los directores y productores) insisten en convencernos que la gente hace cosas que cualquiera con algo de racionalidad y sentido común NO haría, viéndose en la situación. Me ha pasado tantas veces, que ya me cuesta recordar ejemplos. Todavía no puedo entender cómo demonios Jeremy Irons podía creer que ese cantante disfrazado de mujer era realmente una mujer, en Mi amada concubina, cuando es más que obvio para cualquiera con dos ojos en la cara que era un hombre. Mis amigos me dijeron que sí, claro, pero que probablemente el personaje no quería creer que su adorada era un bien dotado varón, pero aun no me convencen: se supone que toda la tragedia se basa en que él no se daba cuenta. Todavía no puedo entender por qué Neo, en la primera Matrix, sigue agarrándose a combos con los robots por media ciudad, si ya sabía que eran pura realidad virtual y que no valía la pena seguirles pegando. O por qué en las películas de terror la gente insiste en quedarse en casas abandonadas en plena noche, cuando tienen absolutamente claro que los persigue un loco asesino.

Sí, yo sé: si las personas no se comportaran de manera irracional en las historias del cine y la tele, no habría historias. Michael Corleone podría haberse retirado y dedicado a pintor o fotógrafo, nomás, con toda la plata que le había dejado su papá gangster, pero no, también se tiene que poner malo. Si no, no habría ninguna saga de El Padrino. Y sí, es imposible que alguien tenga tantos líos románticos en un solo día o semana como Meg Ryan o Uma Thurman en sus películas, pero bueno, se entiende que de eso se trata.

Lo que me molesta no es eso, sino cuando tratan de convencernos que los personajes son gente normal (no tipos psicópatas como Corleone o bellezas totales, como Uma Thurman) que se mete en los líos que se mete porque no les quedaba otra opción. O cuando de repente sacan unas habilidades tan increíbles que uno queda marcando ocupado: todavía me estoy riendo de 28 Días, una de esas películas en que se acaba el mundo por un virus y quedan como unos zombies mutantes que quieren matar a los pocos sobrevivientes. ¿y quién es el héroe que salva a los pocos sanos restantes? No un militar entrenado, no es un veterano de Vietnam que se las sabe todas, sino un chico más bien flaco y perdido, que antes de la hecatombe era estafeta de una oficina y que de repente y sin explicación alguna saca una habilidad portentosa para correr por bosques, armar trampas, liquidar zombies y milicos locos y manejar camiones gigantes. ¿Cómo quieren que uno no se ría?

Que me perdone Hitchcock, entonces: él será un maestro del terror y será famoso todo lo famoso que fue, pero todavía no entiendo como James Stewart en Vertigo (y Stewart para colmo hace papel de policía, creo) se compra que la chica que conoce en la calle y que es exactamente igual a su amada muerta, es otra persona. O sea, un tipo adulto, inteligente y además policía tiene que esperar a que la mina se ponga el mismo collar que usaba antes para decirse 'oh, parece que me han engañado, en realidad es la misma mina y está viva'. Muy clásico del cine será Vertigo, pero igual esa artimaña es una idiotez.

En fin.

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